Capítulo IX: Comodoro Arthur


Desde la fuga programada de las prisiones, Tarkión había estado pensando seriamente el futuro de la ciudad. Era evidente que el lanzamiento de las nuevas sondas había sido advertido por el fugitivo y que no tardaría en volver en busca de respuestas. La cuestión era saber si llegaría a tiempo antes de que el senado de la ciudad descubriera su traición.

Sentado en su despacho personal, el mundo parecía un hermoso cuadro repleto de tonalidades monocromas. La tenue luz reflejada en las paredes grises de las casas cercanas entra por entre las rendijas de su persiana de madera, recorriendo la habitación hasta llegar a las viejas botellas que devolvían un brillo marrón muy apetecible.

"Espero que haya dado buen uso de mi reserva" pensó mientras miraba una de ellas a medio llenar. Acto seguido se levantó para llenarse un vaso, cuando le interrumpió un toque en la puerta.

-Adelante, pase. Tome asiento, le estaba esperando.

El hombre que entró traía consigo la marca de quienes han perdido todo vestigio de pureza y compasión. Demasiado serio como para pensar que había sido una vez niño y feliz, demasiado seco como para otorgarle la duda de si había estado casado o siquiera tendría a alguien a quien querer. De todos los habitantes de la ciudad dedicados a la vigilancia, él era el más implacable, un ser con mente metalica y una bomba por corazón. Su apariencia física concordaba exactamente con su caracter, como si hubiera sido creada aparte y juntada con el único fin de pertenecer a un ser desalmado. Era alto, muy alto, vestido con el uniforme de comodoro gris oscuro reglamentario. Su pelo era de color negro, salvo mechones blancos saliente de sus sienes, fruto de su excesivo agotamiento trabajando. La cara estaba endurecida y estrechada, con una larga cicatriz recorriendo el labio superior y la mejilla derecha.

A pesar de su imponente aspecto, era considerablemente delgado, pero con la fuerza que a veces poseen de forma innata este tipo de personas. Fuerza que despedía por sus ojos marrones y sus manos huesudas y repletas de venas. Su demacrado aspecto pareciese otorgarle la cuarentena de años, pero apenas rozaba las treinta primaveras.

Y ahí estaba, ese hombre desalmado, lo que no quiere decir malvado, simplemente con un sentido del deber que anteponía incluso a sus propios intereses. Aspiraba a gobernar la ciudad con mano de hierro y redigir lo que quedaba de la raza humana a una nueva edad de oro en la ciencia y la política.

Se desplazó lentamente hasta el sillón, siguiendo al alcalde, pero no se sentó hasta que le fue dada la orden.

-Le he hecho venir por una razón, supongo que ya sabrá cual es.-Tarkión se sentaba mientras soltaba un gemido de cansancio.

-Cierto señor, a decir verdad esto podría considerarse una mera formalidad para que pueda salir a emprender la caza del sujeto, ¿me equivoco?

-Por supuesto que no. Bien sabido es el código de la ciudad. Pero he de pedirle un favor especial que deberás concederme.

-Faltaría más, no hubiera tenido que recurrir siquiera a esto, ya sabe cuanto odio las ceremonias por muy íntimas que sean.

-Lo que voy a pedirte creo que sobrepasa lo que incluso usted es capaz de comprender.-Tarkión vaciló por un instante, estaba improvisando el plan y eso no era bueno.

-¿De qué se trata? Señor, el tiempo es oro y estamos derrochando una fortuna.

-Verá, necesito al prisionero vivo durante 3 días a mi disposición antes de que sea aplicada la "Emendatio".

-Pero señor... eso no es posible, va contra todas las reglas establecidas en el código penal, nunca hasta ahora había sido violado de esta manera.-El oficial se empezaba a poner nervioso, su naturaleza le hacía ser sincero y fiel a las normas y sería un duro trabajo apartarlo de ese camino.

-Lo sé, pero nunca antes había escapado un prisionero, comprenda que es un caso excepcional. Ya sé que tiene su pequeña batalla personal contra él, pero le ruego que la deje de lado.

El oficial apretó los puños. La herida antes mencionada en la mejilla y labio había sido causada por uno de los palos con los que el prisionero se había defendido hace meses. ¿Y le pedía el alcalde que lo dejará a su disposición? Sería una misión complicada, ya que por culpa de ese golpe aún le lloraba el ojo cuando hacía algún gesto facial debido a un daño en el nervio. Nada en el mundo le haría más feliz que ver a ese indeseable morir en la Plaza de los Héroes.

Pero ahora se encontraba dividido entre el deber y una orden directa. Optó por hacer lo que parecía más lógico, que era obedecer a las normas flexibles antes que a las ya establecidas. El alcalde tenía razón, esta era una situación excepcional.

-Si... señor... Lo traeré sano y salvo en cuanto me de el permiso para partir.

-Lo tiene. Tómese su tiempo para capturarlo vivo y sin daño, y para preparar su salida.

-Si me disculpa, he de ser ascendido dentro de media hora. Me gustaría que acudiera. Partiré en cuanto termine.

Abrió la puerta y salió con el mismo ritmo al que había entrado. Una vez hubo cerrado la puerta Tarkión respiró aliviado. Con su perro más peligroso fuera buscando a su zorro más esquivo, la ciudad no se percataría del plan que empezaba a tomar forma en su mente.

Mientras tanto, el fugitivo se encontraba a escasas decenas de kilómetros de la ciudad, tratando de reunir víveres con su fiel amigo canino, cazando por los restos del bosque quemado donde los musgos servían de alimento a los herbívoros, ignorando que estaba empezando a ser buscado por el hombre más implacable sobre la faz de la Tierra.

A su vez, el oficial Arthur acababa de ser ascendido a comodoro por sus servicios de exploración después de las pruebas. Pero la misión que le había sido encomendada nublaba ese feliz día para su persona. Terminadas las breves celebraciones, estableció un perímetro de búsqueda de trescientos kilómetros, que ampliaría diez kilómetros por día hasta localizar a su "zorro".

Ahora todas las piezas estaban en el tablero y cada una cumpliría su función en la medida de sus posibilidades. Las cuales aún estaban por ver, debido al desconocimiento que las habilidades de los implicados causaban en las otras dos figuras de este juego.




Bueno, me he explayado un poquito porque me aburría, dentro de 2-3 días colgaré el capítulo X, lo ando escribiendo en folio. Y lamento no tener una foto que poner, es dificil encontrar una que se adecúe a este tema.

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