PRELUDIO



Pocos amaneceres como tal se vieron sobre la Tierra alguna vez. Sólo las agujas de los relojes mostraban la verdadera hora que había sido empleada como medida hasta ese momento, sólo ellos desvelaban el paso del tiempo entre la negrura de las nubes.

Los dioses apuñalan una y otra vez el cielo, causando un sonido sordo que hace retemblar el mundo entero. Un instante después, una lluvia contaminada por siglos de industria cae con la furia de un millón de mares, arrasándolo todo, borrando de la faz del planeta todo vestigio de vida humana. La incredulidad de los habitantes de los edificios más altos había sufrido un grave desplome, rápidamente el agua llegaba hasta las plantas más altas del más alto edificio construido por el hombre, mientras los vientos huracanados destrozaban los cristales.

Poco a poco, hora a hora todas las ciudades y sitios habitables del planeta habían sido reducidos a cenizas, unas tumbas submarinas para miles de millones de personas. Castigados por nuestra arrogancia sufrimos un destino peor que la muerte. El olvido, el saber que nunca nadie más cantaría nuestras canciones, recordaría nuestras anécdotas, viviría en nuestras casas ni tendríamos familiares que nos lloraran al perdernos. Todas las historias serían enterradas por las silenciosas ruinas de las ciudades antaño habitadas por seres indiscutiblemente orgullosos.

Nunca se supo la duración de la tormenta, caso contrario pasó con la intensidad de la misma, suficiente como para destruir toda una civilización en su época de pleno esplendor. Pero pasaron las horas, siguieron pasando y el nivel del agua causante de esta destrucción disminuyó. Dejó ver pequeñas zonas cubiertas por algas que rápidamente habían empezado a colonizar las ciudades costeras. Dejó ver un mundo de piedra, hierro y cristal, parecido a las ruinas que escritores describieron como un paisaje idílico, Argonath cubiertos de musgo.

No hubo nadie a salvo del colosal azote de la naturaleza... pero en una gran ciudad Europea, un sol brillante ilumina una plaza de roca blanca. Repleta de cascotes y con cientos de manchas verdosas el suelo comienza a agitarse.

Una figura se alza y su retina sufre al cambio de luz. El blanco de la plaza le impide visualizar los objetos con claridad y le desorienta. Se tambalea y cae, para alzarse de nuevo acostumbrado a la luminosidad del área. Sus ropas están hechas jirones, posiblemente tenga un par de costillas fracturadas y se encuentra terriblemente hambriento.

Alza su mirada para terminar de observar la devastación causada por capricho divino. Levanta su mano lentamente, la cierra en forma de puño y con fuerza grita y maldice al causante de su desgracia. Maldice perder una vida, maldice el estar solo, el no saber el tiempo que le queda y la vuelta a una prehistoria en carnes. Se pone una capucha verde oscura acoplada a su destrozada ropa y emprende la marcha en busca de algo de alimento que se haya salvado de la inundación.

Emprende la marcha. Más cerca del reino de la inanimación que de los seres con calor, emprende la marcha. Su hambre, el dolor de las contusiones y la ceguera temporal por exceso de luz son un grave inconveniente, pero al menos esta vivo. Y eso es algo que le da fuerzas, el vivir para ser el último. Jura no perder lo poco de humano que le queday trata de organizar su nueva vida. Porque por encima de todo y a pesar de no tener nada en esta vida, nada más que sus manos, no quiere morir.






Quizá a algunos os suene un poco a la película "Soy Leyenda", pero este escrito lo hice hace unos 3 años, forma parte de una mininovela de 200 páginas que escribía en mis ratos libres de verano. Si a alguien le gusta puedo intentar encontrar el resto de las partes y terminarla (está inacabada). Y si no... pues al menos he pasado un ratito poniendo la introducción, os guste o no.

1 comentario:

Zeros dijo...

Sublime, Jan, me ha gustado mucho.

¿Por que no me lo habias dicho antes? (teniendo en cuenta que practicamente vivo en tu casa cuando estoy en La Bañeza :P) Me parece muy interesante, estoy a la espera del capitulo I :D