Capítulo VIII: Project Exodus II


Su nuevo uniforme consistía en unas ropas de color pardo, chaqueta y pantalón que no lograban diferenciarse correctamente debido a la similitud de tonos. Una correa negra las mantenía sujetas para que no se engancharan a ningún objeto durante su huída y las botas habían sido manchadas con barro para hacerle más difícil todavía el ser detectado.

Tarkión había dejado también su vieja cazadora larga, temiendo que el frío del invierno pudiera ser demasiado para el atuendo que le había sido otorgado. Vestido completamente su forma era similar a prolongación vertical de un suelo marrón humedecido con resquicios de musgo seco. El clima nunca permitía la formación de nieve, por lo que los tonos blancos y grises no eran necesarios, al menos de momento.

Recogió todo lo necesario de la celda, un par de latas de comida y una cantimplora llena de licor para por la noche y se dirigió a la salida por donde el aire se encontraba menos viciado. Según su memoria (si no le fallaba con tanta pérdida de consciencia) las cárceles estaban en el nivel más externo de la ciudad. Y es que eran un lugar destinado no a que la gente se escape y haga daño a los habitantes, sino para impedir que entrasen en la ciudad. El mundo exterior era considerado salvaje y hostil, completamente dominado por la naturaleza y las periódicas catástrofes, y nadie sobreviviría fuera durante mucho tiempo.

Pero él lo había logrado durante ocho años, podría volver a lograrlo. Sin embargo estaba en un paraje desconocido y no sabía cómo volver a su ciudad con su antigua vida ordenada según sus necesidades. Todo lo que podía hacer era esperar un día entero para tratar de orientarse correctamente según el viento, salida y puesta de sol y tratar de reconocer alguna montaña en la lejanía.

Caminó durante horas para encontrar un sitio lejano a la ciudad por si estaba en busca y captura, y se estableció temporalmente en la ladera sur de la montaña más cercana a la ciudad, lo suficientemente lejos como para no ser visto, y lo suficientemente cerca como para enterarse de cualquier movimiento de población.

Entonces recordó que tras la caída de artefacto del cielo, aparecieron los científicos unas doce horas después. Así pues, sabiendo que no había carreteras, cualquier medio de locomoción no podría superar mucha velocidad. Calculando burdamente se dió cuenta de que su ciudad no debería estar a más de cuatro días de camino a pie.

Comenzó a guardar sus provisiones de nuevo para emprender la marcha, cuando de la ciudad observó salir un tremendo fogonazo seguido de un ruido que hizo temblar la montaña entera. El objeto que salío disparado no era ni más ni menos que similar al encontrado en el monte quemado. Se elevó a una gran altura y comenzó a caer en la misma dirección en la que estaba su ciudad, desprendiéndose antes varios cientos de paquetes que se incendiaban al contacto con el aire, barriendo una vasta zona de terreno.

¿Era la ciudad el origen de estos artefactos? ¿Cómo es que sus habitantes desconocían o ignoraban que eran ellos quienes causaban esta desgracia? Ahora que estaba fuera de ese infierno, necesitaba volver a colarse dentro de la ciudad para preguntarle a Tarkión, tenía demasiadas preguntas en mente y necesitaban ser respondidas. Pero antes de eso, iría a su ciudad hasta que su búsqueda fuese algo anecdótico, hasta que fuese considerado leyenda como el primer hombre que escapó tras haber sido un superviviente de las catástrofes. Tarkión no era tan viejo como mostraba ser y un par de años resguardado no cambiarían las cosas de la ciudad.

Volvería, pero esta vez con pleno conocimiento y sin la inocencia que le hizo fiarse de la gente que ahora bombardeaba su antiguo hogar.






Hasta que me de la neura y escriba otro, ahí teneis otro poco más. Correciones y demases, a janreaver@gmail.com, gracias.

1 comentario:

Zeros dijo...

Va siendo hora de poner uno nuevo...

...Y de ir a dormir. Buenas noches